Survie

Francia interviene en Malí y reafirma su papel de gendarme en África

Publié le 18 de enero de 2013 - Survie

Fue por fin el 10 de enero de 2013 cuando Francia entró en guerra en Malí. La declaración del gobierno francés, repetida y aceptada sin cuestionamiento por los principales medios de comunicación, tiende hoy a legitimar con todo tipo de argumentos esta nueva intervención militar francesa en el suelo africano y su papel de "gendarme de África". La asociación Survie (Supervivencia), que desde hace mucho tiempo viene denunciando la injerencia y la dominación de Francia en sus antiguas colonias africanas, considera que es importante recordar algunos elementos de contexto y análisis crítico sobre esta intervención francesa, sin por ello minimizar la amplitud de la crisis que atraviesa Malí.

La amenaza que estos grupos armados hacen recaer sobre la población y la integridad de Malí es innegable. Sus abusos son conocidos y han provocado la huida de cientos de miles de personas. Después del calvario vivido por las poblaciones del norte, el alivio de los malienses en este momento es comprensible. Si bien la intervención francesa parece efectivamente haberle puesto freno a la ofensiva hacia el sur del país de los movimientos armados que reivindican un islam radical, existen sin embargo otros motivos, militares y políticos, que rigen la operación Serval y hacen que la conducta francesa en dicha operación sea criticable.

El camuflaje multilateral de una operación francesa

Esta intervención no cumple con las Resoluciones de la ONU. Varios meses de negociaciones han permitido que se voten tres Resoluciones del Consejo de Seguridad, abriendo la vía a una intervención internacional bajo responsabilidad africana, que puede hacer uso de la fuerza, pero oficialmente sin intervención directa de los militares franceses. Al informar simplemente al Consejo de Seguridad sobre el hecho de que su intervención urgente “se inscribe en el marco de la legalidad internacional” respecto a las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, el gobierno francés ha podido justificar una decisión bilateral. Este importante cambio, que pone a sus “socios” ante una situación de hechos consumados, queda complacientemente oculto con el fin de hacer creer de nuevo que Francia pone en práctica una voluntad multilateral pactada en el seno de La ONU. Es necesario que Francia respete cuanto antes las resoluciones de las Naciones Unidas.

Una vez más, Francia está jugando el papel de gendarme de África, al basar su estrategia en sus relaciones bilaterales con los "regímenes amigos" africanos, en la presencia permanente de su ejército en la región y en su capacidad para desplegar fuerzas de combate. Así los helicópteros utilizados para detener la ofensiva rival, son los de las Fuerzas de Operaciones Especiales francesas de la operación Sabre, presentes en la vecina Burkina Faso (y Mauritania) desde hace dos años y fortalecidas en el mes de septiembre. Se ha movilizado el dispositivo Epervier (Gavilán), instaurado en el Chad desde 1986, cuando supuestamente era provisional. A través de la denominada operación Serval, los vínculos que París mantiene con regímenes completamente impresentable - los de Idriss Déby y de Blaise Compaoré- han sido de nuevo reforzados. El protagonismo de Francia es reconocido por la mayoría de sus socios occidentales (Reino Unido, USA, Alemania) que le pisan tímidamente los talones en esta intervención aunque sin enviar las tropas de combate, mientras que otros permanecen en retirada.

Una intervención directa decidida en la sombra

Este escenario se inscribe en la lógica desarrollada por el nuevo ejecutivo francés, que aboga por la intervención militar como un "requisito previo" para restaurar la paz en el país (el cual sufre una grave crisis institucional). En los últimos meses, Francia no había contribuido en nada a una posible solución colectiva discutida por el conjunto de los malienses que favoreciera un consenso político, como requisito previo para una rápida reorganización de las fuerzas de seguridad. En la actualidad, la presencia de tropas francesas en Bamako - bajo el pretexto de proteger a los ciudadanos - ejerce una importante presión sobre las autoridades de Malí altamente debilitadas.

Dada la rapidez de su ejecución, la opción de una intervención rápida y directa de las fuerzas francesas ya estaba prevista, mucho antes de que la ofensiva se aproximase a Sévaré-Mopti. El Elíseo no necesita la aprobación del Parlamento para desencadenar una operación exterior, lo cual pone de manifiesto la insuficiencia de la reforma constitucional de julio de 2008 sobre el control parlamentario de las operaciones exteriores. Las raras reacciones críticas de la clase política destacan la falta de consenso. La naturaleza premeditada de esta intervención armada, habría indiscutiblemente debido suscitar la toma de decisiones parlamentarias.

Por el momento, la operación Serval ya ha pasado a una fase ofensiva y parece probable que se prolongue a largo plazo. Esta lógica oculta deliberadamente los riesgos que corre la población maliense y los Estados de la región, así como las perspectivas políticas y el período post-conflicto. El balance abrumadoramente negativo de la historia reciente de Francia en África pone de manifiesto que tales riesgos son reales. Las intervenciones de 2011 en Costa de Marfil y Libia han desembocado en situaciones internas explosivas totalmente silenciadas.

En conclusión, la crisis maliense y esta nueva intervención militar francesa en África revelan el fracaso de cincuenta años de “cooperación” con África: ejércitos incapaces de proteger a sus poblaciones, jefes de Estado golpistas que actúan como mediadores de crisis, acuerdos de defensa y bases militares que han perpetuado el papel de gendarme de África que Francia históricamente se ha atribuido. Solo se puede constatar la incapacidad de las instituciones africanas y multilaterales para organizar cualquier operación de seguridad en la región sin tener que recurrir al peso pesado francés, que ha hecho todo lo posible para ser inevitable. Estos acontecimientos conducen una vez más a un cuestionamiento del conjunto del marco de las relaciones francoafricanas.

a lire aussi