Artículo parecido en el número 17 (Agosto 2002) del estudio Hemisphères
La sospecha que la teoría oficial de los bienes públicos mundiales o globales (véase artículo anterior) abre la vía al marchandisation de los servicios correspondientes, el riesgo de su recuperación en este sentido por el Banco Mundial, indujo una determinada desconfianza respecto a este concepto. Los movimientos ciudadanos le buscan pues sustitutos menos adulterados. Bienes comunes de la humanidad, bienes fundamentales, bienes sociales primeros, patrimonio mundial, derechos de las generaciones futuras, bienes de civilización, todos estos conceptos globales se entremezclan, y hay su mercado para definir el "bien público" en su manera. Cada uno según su deseo o su creencia nombra bien a público mundial quien quiere, la Luna, las alcantarillas, los derechos humanos universales o el festival de Venecia. ¿Cómo encontrar en este albergue español las convergencias cuyo movimiento social tiene necesidad para imaginar pretensiones realistas ? Apropiándose de nuevo con determinación el concepto de bienes públicos.
Olvidemos para comenzar la formulación économistique de Samuelson, libre de reintroducir más tarde los elementos eventualmente utilizables, ya que no se priva de interés. Substituyen -lui una definición que llamaremos "humanista écologico" para simplificar. Eso nos permitirá volver a poner el mercado real al nivel que no habría debido dejar, el de un posible medio (elegido o prohibido) de distribución social y elección individual.
Distingamos, para para quedar más claro, las cosas de los bienes. Las cosas fundamentales existen antes de instrumentalisées por la humanidad, y los bienes son lo que produce la humanidad a partir de estas cosas y no las propias cosas. Materiales o no, estos productos utilizables de las actividades humanas se definen pues, antes de todo juicio de valor, en la coincidencia de las leyes ecológicas y leyes humanas. Las primeras encuadran lo que el ser humano puede hacer (o con, o en) a su medio, los segundos lo que puede o quiere hacerse a sí mismo. Decir y hacer que algunos de estos bienes son públicos, al sentido donde cada uno debe hay, es una elección de sociedad. Cada sociedad, cada cultura, hizo en su historia y no deja de hacer tales elecciones, a menudo tanto interiorizados que han dejado aclarar les.
Se trata de construcciones históricas, en los ritmos seculares, y cuyas especificidades constituyen en el mundo un rompecabezas incoherente. No se puede transponerlos tal cual a escala mundial. Pero a este nivel apareció, en un movimiento histórico remontándose a más de un siglo, la construcción del derecho universal de la gente y pueblo, ancho en el tiempo a las generaciones futuras para integrar las necesidades y objetivos ecológicos. Este movimiento, que no dejó de progresar y de institucionalizarse desde una mitad siglo, llegó, en particular, a parir de la primera jurisdicción penal internacional (para los crímenes principales solamente, pero este primer paso es muy importante). Es maduro manteniendo para desarrollar los bienes públicos mundiales, si se considera que el delirio neoliberal no tiene ningún derecho a ejercer el derecho preferente esta idea-fuerza. Que permite suponerlo es la potenciación movimientos ciudadanos transnacionales. Bienes públicos, males públicos, pueden formar parte de la base federalista de esta otro-universalizacio’n que pretendemos hacer surgir del antimondialisme erróneamente supuesto de estos movimientos...
La idea de servicio público es más familiar en casa que la de bien público, muy interiorizada. Es un conjunto de obligaciones sociales que se imponen al conjunto de los productores, tenedores, gestores (públicos y privados) de algunos bienes a los cuales el derecho confirió un carácter público. Por ejemplo, si el bien en cuestión es el alojamiento, los tenedores de alojamientos vacantes son obligados de requerimiento si hay sin -refugio o mal-colocar, en función del principio del derecho al alojamiento. Esto puede parecer teórico mientras el movimiento social no se produzca. Pero cuando el DAL (Derecho al Alojamiento) comienza su práctica de requerimiento popular de alojamientos vacantes, la justicia no le dio culpa, la opinión pública le dio razón, y se alojó de nuevo a los inquilinos (no siempre, y no muy bien generalmente, pero es otra historia...). La continuación de tales acciones tiene como efecto de aplicar el derecho, y también de inventarlo y hacerlo evolucionar.
Droit-bien-service, es pues el triángulo principal que debe poner en movimiento y hacer evolucionar el movimiento social.
¿ Se puede transponer este esquema operativo a escala mundial ? Ciertamente. Tomemos el ejemplo de la salud. Las multinacionales me’dicofarmacéuticas cultivan y protegen sus mercados, actuales y futuros. Dentro de estas barreras invisibles, 20 millones de Africanos están muriendo del SIDA, mientras que los tratamientos existen, que les permitirían vivir, si no aún curar [1]. El derecho fundamental a la vida deberá permitir definir el conocimiento médico como un bien público mundial, e imponer a las empresas que lo crean y pretenden guardarlo una fuerte obligación, una verdadera carta de servicio público. A partir de allí, los medios públicos necesarios "para valorizar" humanamente este conocimiento allí donde se sitúa la necesidad serán por lo tanto, aunque aún considerables, infinitamente menor que en el sistema actual. Aquí aún, lo influye sobre la opinión mundial de movimientos como Act-Up y MSF (Médicos sin Fronteras), no lo citar más que lo, es el verdadero motor de esta exigencia.
El derecho en cuestión aquí es mundial, pero debe articularse sobre los derechos locales. Debe respetar le va de misma para los servicios, cuya diferenciación en función de las culturas locales es aún más fuerte, y : la concepción occidental del hospital no conviene en países donde por supuesto que el enfermo permanece rodeado con su familia. El concepto de bien público es pues central, p que permitiendo a la vez la expresión más general y la más concreta.
Lo que puede guiar las elecciones empresariales mundiales, son los derechos fundamentales declarados por la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración universal de 1948, los Pactos de 1966 sobre los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Es a continuación el derecho positivo de los convenios internacionales y el que genera su integración a los Derechos nacionales o regionales (Europa). Es este conjunto que decreta lo que cada uno debe o deberá tener, por lo tanto que define o precisa el bien en cuestión, y la manera en que debe crear le puede o, o salvaguardado, producto, proporcionado, es decir, el servicio público. Las instituciones mundiales que tienen este conjunto para ley son las de las Naciones Unidas, y no las que so’lo tienen por ley el beneficio y la división del predominio mundial, G7/8, OMC, OCDE, Davos y otras pandillas más discretas. Hacerles aplicar esta ley general, y hacer evolucionar ésta, son otros problemas, que no podemos desarrollar aquí.
Un poco de esperanza
El planteamiento "bien Público Mundial" es la expresión de una elección empresarial. Basada por la teoría neoclásica, corre el riesgo de favorecer aún la peligrosa deriva del mundo en un marchandisation incontrolado. Apoyada en el sistema de derechos humanos y ecológicos universales, constante y reinventada por los movimientos ciudadanos, se sitúa al contrario sobre nuevos caminos, sobre los cuales el ejercicio ilimitado del derecho de propiedad se volverá a poner necesariamente en cuestión. Además, al diferenciar cuidadosamente el "bien" del "servicio" debe permitir definir objetivos humanos más generalizables que la infinita variedad de los medios por los cuales las sociedades y culturas se esfuerzan en proporcionarlos.
Debería permitir finalmente formular mejor cuestiones transversales, como la de la energía, vinculada al pasar a ser del clima. Pero también la paz, que amenazan permanentemente "ayudas" que ayudan al pueblo a hacerse la guerra por cuenta de las "potencias" económicas o políticas. Y de integrar la cuestión transversal entre muy de los derechos de la mujer, cuya condición inferior, Amartya Senegal lo demostró bien, se correlaciona estrechamente con la miseria, y constituye un obstáculo principal al desarrollo (cerca de 2 siglos antes, Charles Fourier ya había tenido la intuición fulgurante). Ciertamente, no es necesario hacer de la idea de bien público una panacea. Simplemente, en un esfuerzo de entrega en cuestión global de los informes mundiales, constituye a esta escala una clave que puede ser determinante para proponer direcciones de esperanza al movimiento social.
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[1] y el SIDA so’lo es una de las cuatro enfermedades que diezman actualmente a las poblaciones del tercer mundo. Los otros, paludismo, diarreas, tuberculosis, interesan poco la investigación médica ya que no prevalecen en los países donde se sitúa la demanda solvente.